top of page

Predestinada a morir

Aquella noche gobernaba el silencio en la residencia de la pequeña Shena. Esta fingía estar dormida mientras se escondía entre las sábanas. Tenía claro que aquella tela no la protegía de nada en absoluto, no obstante, la muchacha se sentía más segura y confiada bajo estas.

No tardó en surgir el caos, ya que la madera crujió, afirmando los temores de la chica. Alguien estaba despierto y deambulaba por los pasillos. Tragó saliva y se decidió, estaba asustada pero quería descubrir la solución de aquel misterio. Abrió los ojos, se destapó el rostro y agarró su libro preferido, el cual siempre lo escondía debajo de la almohada, quería ser tan astuta y fuerte como el protagonista de este.

El suelo estaba frío pero apenas lo sintió, ya que dormía con calcetines. Miró a su alrededor, asustada, pero no había nadie ni nada que no fuera oscuridad. Sabía que al fondo se encontraba la litera en la cual dormía su prima, junto con su mejor amiga, por ello caminó a ciegas poniendo los brazos en lo alto y con mucho cuidado para no tropezar con nada.

Como habréis podido observar, Shena no era una niña normal y corriente. Nuestra protagonista nunca llegó a conocer a sus padres, si es que alguna vez los tuvo, muchas veces pensaba que su existencia había sido un error, la chica nacida de la nada. Contaban las malas lenguas que era una anormal, que en la jerga del orfanato significaba que sus padres la abandonaron, por eso las monjas no conocían nada de ellos. Sin embargo, tenía una prima, Hidden, eso debía confirmar que si había tenido familia, en algún momento de su vida, por breve que hubiera sido; y estos se debían encontrar en algún lugar del mundo, o quizá, mejor dicho, probablemente, muertos. Por otro lado, las monjas habían dicho que eran familia, pero las dos eran conscientes de que solo era una invención para complacerlas.

-¿Lidia, Hidden, estáis despiertas? -Las muchachas ni tan siquiera se movieron, pero no era de extrañar, eran más de las tres de la madrugada-. He escuchado pasos en el pasillo.

-¿Shena? ¿Eres tú? -dudó su prima, sin ni tan siquiera moverse para mirarla-. Vuelve a dormirte, anda.

-Pero yo… -intentó persuadir, sin embargo, se dio cuenta de que no serviría, ya se había vuelto a dormir.

La muchacha decidió hacer caso a su prima y regresar a la cama, cuando los pasos que estaba escuchando se detuvieron cerca de la puerta. Cualquiera hubiera podido escuchar sus latidos desde todos los puntos de esa habitación, se escuchaban fuertes y claros, emitiéndose en el pecho de Shena.

Dejó de moverse, dejó de respirar, e, incluso, dejó de pestañear. Estaba tan obnubilada y espantada que podías apreciar el temor en sus ojos, pero, sorprendentemente, también había curiosidad y osadía. No era una cobarde, ni mucho menos, era la heroína que siempre quiso ser, aquella que salvaba vidas en sus novelas preferidas, esa que se enamoraba del chico apuesto y viceversa, la misma que generalmente corría peligro pero nunca moría.

Estaba preparada. Se armó de valor y caminó hasta la puerta, apoyó su mano en el manillar preparándose para lo que había al otro lado, y, entonces, lo hizo, la abrió; escondiendo parte de su rostro detrás de ella. No obstante, su sorpresa fue grata, a la vez que desconcertante, no había nadie, ni nulidad. Nada más que oscuridad mezclada con una sensación de vacío imprudente y confuso.

La joven se alzó con valor y decidió seguir aquel desierto temerario. Apenas escuchaba un susurro de fondo, unos pájaros cantando a la luz de la luna, fingiendo normalidad, o quizá soñando con ella. No era una noche común, más bien había algo en el ambiente, en la mirada de los desconocidos, que confirmaban esta teoría, y nuestra protagonista lo sabía.

Shena se apresuró al escuchar unos pasos, que provenían de algún lugar más allá de las habitaciones, un sonido escalofriante e inquietante. Ciertamente, no estaba segura de qué huía, o de quién, solo lo hacía por miedo a lo desconocido. O quizá era por su sexto sentido, cual le avisaba de que se acercaba un peligro, algo grandioso y maligno a la vez.

Para su sorpresa, esto no era un peligro efímero o fugaz, sino uno eterno, lo cual la llevaría a un infierno inacabable. Y allí estaba, esperándolo sin ni siquiera buscarlo o desearlo, su ciclo vital se repetía, y ya era imposible contar cuantas iba.

-¿Shena? -preguntó un joven apuesto-. Te estaba buscando.

La protagonista se quedó inmóvil acosada por aquellos ojos azules verdosos que la confundían mientras sentía que se caía en ellos, o se perdía entre esa mezcla de colores tan exóticos y divertidos, mientras el brazo de este limitaba el espacio de la inocente Shena, creándola nerviosismo y vergüenza.

-¿Quién eres?

-Eso no importa, tienes que venir conmigo -pidió agarrándola del brazo, pero la muchacha intentó huir-. Shena, escúchame. Sé que crees que no me conoces, sé que no te acuerdas de mí, pero nos conocemos, desde hace mucho tiempo. Te conozco mejor que tú misma y te aseguro que solo quiero lo mejor.

Shena estaba tan confusa, su mente jugaba con ella impidiéndola recordar a aquel muchacho, aunque estaba segura de que nunca olvidaría esos ojos de haberlos visto en algún momento de su pasado.

-Shena, naciste el veintiocho de febrero de mil novecientos noventa y ocho, lo que siempre te ha alegrado ya que si hubieras nacido unas horas después tu cumpleaños no lo hubieras podido celebrarlo cada año. -La joven se quedó boquiabierta, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar-. Al principio tenias ojos negros, pero se te han ido aclarando a grises, al contrarió de tu pelo, el cual era casi rubio y ahora lo tienes castaño, y, aunque todos crean que es marrón, tú siempre dejas claro que es castaño.

-Pero como… -fue lo único que pudo pronunciar.

-Y si quieres que te diga algo que nadie sabe, aparte de un lunar enorme, que odias, y lo tienes en la espalda, también tienes una cicatriz en tu pierna, que te hiciste de pequeña y nunca has logrado recordar cómo sucedió.

-Vale, me estas empezando a asustar -declaró comenzando a creerle.

El chico mostró una sonrisa torcida mientras dirigía una mirada al suelo y se acariciaba el cabello, se enorgullecía de lo bien que la conocía, quizá demasiado.

-Ven conmigo, no tenemos mucho tiempo. -La agarró de la mano de nuevo mientras huían de algo o alguien, cuando Shena se atrevió a preguntar el motivo-. Si te quedas morirás -contestó sin clemencia.

Al fin salieron de aquel edificio. El muchacho no quiso mirar atrás, pero la chica no pensaba seguirle más allá. Podía ser que la conociese, pero para ella él era un total desconocido.

-Ese edificio está a punto de explotar -aseguró lo más severo que pudo-, tienes que alejarte.

-¿Qué? Mi prima y mi mejor amiga están ahí, debo avisarlas -dijo preparada para salir corriendo, pero el joven la frenó.

-Si entras ahí, no te dará tiempo de salir.

-Es mi prima, la única familia que me queda, y mi mejor amiga, no pienso dejarlas morir.

-Esta bien -parecía que sabía lo que ocurriría, estaba tranquilo, incluso sonriente-, yo entraré. Pero prométeme que no entraras. -Shena fue a  asentir cuando él colocó una pieza en su mano y ella pudo observar un reloj de bolsillo que no funcionaba-. Prométeme que pase lo que pase nunca usaras este reloj, que seguirás para adelante olvidándote de mi existencia y yo te prometo que salvaré a tus amigas.

-Sí, vale, está bien.

Siendo sinceros, ni siquiera estaba prestando atención a las palabras del joven, pero estaba aturdida y nerviosa, algo dentro de ella le aseguraba que esa explosión iba a ocurrir. Y lo que más la llamó la atención fue ver a su nuevo amigo correr hacia dentro, fue como un déjà vu, sintió que aquella escena la había vivido.

-¡Espera! -bramó sin control-. ¿Cuál es tu nombre?

-Harry. Harry Darling -anunció sin mirar atrás y entrando.

-¿Harry? -repitió ella, aquel nombre causaba que su corazón se acelerara y pocos segundos después salió corriendo hacia él, sin ser dueña de sus pasos, e incumpliendo la orden que Harry le había impuesto.

No tardó en escuchar un estallido enorme y una ráfaga de viento superior a su fuerza la hizo volar unos pocos metros. Mientras esto ocurría un hilo de recuerdos explotó con esto y la hizo recordar aquello que su mente había bloqueado.

Harry, Harry Darling. El divertido y soñador Harry. Tan apuesto como inteligente, tan severo como cariñoso. Su Harry. El mismo que la tendió la mano cuando los demás se la apartaban, el que la hizo ver luz en aquella sala llena de oscuridad. Su amigo, su compañero, o quizá eran algo más desde hacía un tiempo.

Todos los sentimientos volvieron con fuerza, como si los estuviera reviviendo a la vez. Como si esos ojos hicieran que los sentimientos de Shena se descontrolarán.

-¡Harry! -aulló temiendo que estuviera muerto, mientras apretaba su puño contra el reloj que este le había regalado y veía como los bomberos llegaban.

-Eso es…¿un antiguo reloj de bolsillo? -dudó uno de ellos.

Shena quiso ignorar a aquel chico que le hablaba, acababa de ocurrir una desgracia y al señor que tenía al lado solo le importaba ese reloj.

-Sabes, es curioso, dicen que esos relojes son capaces de quedarse con el alma de los difuntos -la protagonista le miró confusa, ¿a dónde quería llegar?-. Y ese poder es inmenso, según las leyendas puede hacerte retroceder en el tiempo. No obstante, supongo que ya lo sabrás, ya que si esta parado significa que lo acaban de usar.

-¿Cómo? -dijo y pronto se dio cuenta de lo que ocurría-. Harry.

Otro nuevo recuerdo se desbloqueó en su mente, era algo parecido a lo que

acababa de ocurrir, Harry corría para salvar a sus amigas y ella lo seguía. El muchacho lograba salvarlas pero cuando todos salían, Shena escuchaba un ruido y así se separaba de ellos, haciendo que todos se salvasen menos ella.

No estaba segura de ello, pero no pensaba dejar ese final, el final en el que Harry moría y ella seguía para adelante. Sabía que sus amigas estaban a salvo pero Harry no, y no se podía permitir perderlo.

Sujetó el reloj y colocó la hora exacta, preparándose para lo peor. De pronto el tiempo se paró, todo a su alrededor estaba congelado como si hubieran pausado la escena, y, pocos segundos después, todo empezó a retroceder hasta el momento justo que Harry entraba por la puerta y salvaba a sus amigas.

-¡Shena! ¿Qué haces aquí? -cuestionó el joven agarrándola como si le aterrará verla ahí-. Me prometiste que no entrarías. -Observó el reloj y se dio cuenta de lo que había ocurrido-. También me prometiste que seguirías tu vida, pasará lo que pasase. ¿Shena, qué has hecho?

-Una vez tú me prometiste que no te separarías de mí, nunca, Harry.

-Así que has recuperado tu memoria -asumió el chico entristecido, pero feliz de que le volviese a mirar de esa forma tan dulce-. Shena, ya intentamos salvarnos los dos en un pasado, y no pudo ser, no podemos cambiarlo, solo decidir quien de los dos muere.

-Yo fui la primera que murió, por mucho que cambies el final, yo debo morir y tu debes encontrar la forma de seguir para adelante.

-No pienso irme sin ti, no puedo vivir en un mundo en el que tú no vives, Shena, ya lo he intentado varias veces y no puedo, es un infierno. Yo moriré.

-No quieres enfrentarte a vivir sin mí, ¿pero dejas que yo pasé ese tramo? Lo siento, Harry, pero no lo voy a hacer, no pienso irme.

-Entonces los dos sabemos como acabará esto. ¿Tienes miedo?

-No, llevo siglos esperándolo, que es el tiempo que llevamos retrocediendo uno por el otro, intentando encontrar el final perfecto.

-Te quiero Shena, te quiero por encima de cualquier cosa.

-Y yo, Harry.

Los dos jóvenes se besaron mientras todo a su alrededor explotaba y destruía cualquier cosa que se pusiera por delante. Hasta acabar con la vida de los jóvenes. Puede parecer un final horrible para muchos, pero para ellos, era el mejor final que podían vivir, su final perfecto; ya habían probado todas las opciones posibles, y al fin eran libres y felices, para una eternidad juntos.

 

EleGuBer

bottom of page